martes, 22 de junio de 2010

El periodista debe ser un poco poeta

El periodismo puede proporcionar no pocas ocasiones para convertirse en portador de arte. Pero mientras el arte totalmente creativo da vueltas alrededor de la verdad objetiva con el propósito de no quemarse al contacto con ella, el arte de un periodista es exactamente lo contrario: no puede dar vueltas alrededor de la verdad informativa sin tocarla, por muy peligrosa que sea la quemadura de este contacto. Porque el periodista debe exponer esa realidad o verdad y, en muchos casos, explicarla, describirla y criticarla o defenderla.


En esta explicación el periodista también crea, porque ya no se trata simplemente de ser intermediario entre un hecho y los destinatarios de la información, sino que, además, se trata de una intervención personal y, como tal, subjetiva.


Esta intervención está a veces cargada de las más decisivas características de su personalidad. Entre estas, la inteligencia, el buen gusto y estilo, la erudición, la integridad ética y la habilidad de penetrar en el mundo de sus lectores u oyentes son las más importantes. Sería un error no tener en cuenta el hecho de que también el destinatario posee igualmente dignidad humana y que en muchos casos este destinatario tiene la fuerza cocreativa, gracias a su cultura, imaginación e intelección.


Pero, además, puede surgir poesía en el modo de utilizar la libertad de expresión, en la búsqueda no solo de la verdad, sino también de la bondad y la belleza, en el tratamiento de los temas que, hechos pura prosa, aplastan, pero que con un poco de poesía elevan el pensamiento y los ánimos. Pienso que hay muchos temas en los que se puede descubrir la alegría poética. Hay poesía en todo y, desde luego, en la realidad, ya que los poetas también comunican diferentes aspectos de la realidad, una realidad elevada, quizá, a la enésima potencia, pero al fin y al cabo una realidad.


Aunque existe, por supuesto, el gran peligro de que la sensibilidad poética deje su puesto al realismo duro y embrutecido de la sequedad y trivialidad cotidiana, se puede ser un poco poeta ejerciendo la profesión periodística. No hay que convertirse en rapsodas retóricos de las nubes del poder político triste antipoesía, sino en defensores y portadores de los valores humanos.


Se puede ser un poco poeta y se puede ser muy poeta, como nos demuestra la historia del periodismo español y universal. Se puede ser a la vez poeta y periodista, porque la poesía es, entre otras virtudes y características, el espejo en el que se refleja la luz que ilumina el tiempo, el hombre y el mundo en que vivimos. Reconstruir la vida, las realidades, las sensaciones propias y ajenas significa también reconstruir aquellos momentos en los que surjan visiones poéticas como consecuencia de una lucha, y también sufrimientos interiores líricos o épicos, emotivos o prosaicos, pero siempre nacidos de lo más intimo del ser humano.


El periodista poeta vive en la actualidad, pero se encuentra fuera de ella para poder abarcarla entera. Está aquí y allá. Al mismo tiempo abraza la realidad cotidiana y se quiere librar de ella. Le atraen los hechos pero se defiende para que no le cautiven. El periodista poeta ve mejor la realidad de lo que ella le ve a él. Se miran desde diferentes ángulos y se ven en distintos colores. Y a pesar de todo esto y de todas las situaciones prosaicas en las que se encuentra o se puede encontrar, el periodista debe ser un poco poeta.

(Luka Brajnovic - Destacado periodista croata, muerto recientemente en España, en donde ejerció también el magisterio)

Fuente: Cepp (Centro de Estudios de Producciones Periodísticas)


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